martes, 2 de junio de 2009

¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS DE SUBJETIVIDAD?


por Juan E. Fernández Romar

Hablar de subjetividad o de proceso de subjetivación nos obliga a considerar la problemática del sujeto. Volviendo al punto de partida, si el sujeto es un doblez, una arruga del exterior, del afuera; ¿qué hay a su alrededor?, ¿cuál es su naturaleza?.

El sujeto emerge de un campo de fuerzas, por lo tanto el proceso de subjetivación es el proceso de composición con fuerzas exteriores que lo constituyen como tal.

Sin duda que hay sujeto -y en mayor o menor medida siempre lo ha habido- sólo que no es ni autofundante ni autocentrado. Es un efecto de un proceso de composición de fuerzas externas, un reflejo de lo Otro, y si nos ponemos fatalistas e irónicos podríamos decir que en gran medida es una consecuencia y ... un residuo.

Las múltiples tramas de relaciones sociales que tienen lugar en un contexto histórico se pliegan para conformar una singularidad a la que llamamos sujeto histórico humano.

Este sujeto es un derivado del poder y del saber. La vieja pregunta acerca de ¿quién soy? se convierte pues en otra: ¿desde dónde hablo? Es decir desde que posición de sujeto hablo, siento, y actuo en determinado contexto. Hecho que presupone una multiplicidad de posiciones en y desde las cuales el sujeto se conforma y compone y que alberga por lo tanto la posibilidad de las más diversas tensiones y contradicciones.

Sin embargo, este proceso de subjetivación produce un yo capaz de desplegar una autonomía relativa en relación con las fuerzas exteriores que lo constituyen volviéndose un objeto pasible de un "cuidado de sí".

A partir de esta relativa autodeterminación de sí surge la dimensión moral, es decir una serie de prácticas reflexivas voluntarias que procuran la construcción de la propia personalidad como una obra de arte a partir de la sumisión a reglas externas.

No estamos hablando pues de una moral como un conjunto de prohibiciones sino como un tipo de problematizaciones basadas en tecnologías de yo y las más diversas prácticas yoicas.

Desde esta perspectiva la moral resulta clave en la definición del estatuto del sujeto ya que configura el cruce de los modos externos de subjetivación y las prácticas del cuidado de sí.

Las mismas fuerzas con que las que el sujeto se resiste y afecta a los demás encuentran la

forma de afectar el sí mismo. Su relación con los valores dominantes, con las reglas prescritas, el modo singular de someterse o rebelarse y de moldeamiento estético a ciertas zonas de su interioridad (que problematiza y sobre la que trabaja sin desmayo), constituyen las técnicas del sí mismo sobre las que se conforma su subjetividad. Sin resistencias a los poderes y modificaciones de los regímenes de saberes; sin un campo abierto de reacciones, efectos e intervenciones; no es posible la subjetivación.

Por otra parte, sabemos que cada momento histórico determina las condiciones de posibilidad y los modos de relación del sujeto con su cuerpo, con el poder y con la verdad. Por eso las producciones subjetivas de cada época presentan características similares y formas de operar sobre sí semejantes, respondiendo a los mismos tipos de tecnologías del yo.

Las relaciones de poder y los juegos de verdad presentes en el horizonte histórico hacen que los sujetos se experimenten de cierta forma y actuen en consecuencia.

En resumen: todo proceso de subjetivación depende del saber, el poder, y las prácticas sobre sí mismo.

No hay experiencia previa y salvaje que se sitúe antes o debajo de un régimen de saberes específicos. A la vez, el poder produce subjetividad y pone en tensión al sujeto emergente con una trama de relaciones frente a la que responderá desarrollando un singular régimen de relación consigo mismo mutando y multiplicándose continuamente.

El poder no pasa por las formas sino por un sistema de fuerzas. Es fluido y diagramático, en cada punto singular podemos observar la aplicación de vectores de fuerza relacionados entre sí. Metáfora física que podemos visualizar si pensamos en objetos sometidos a un régimen de movimientos complejos.

Dada esa complejidad es que no podemos sacar una ninguna instantánea que explicite completamente un proceso de producción subjetiva. Nunca es completamente visible ni completamente enunciable. Debemos pues pensar en el sometimiento del sujeto a una o más estrategias ya que se trata de conexiones móviles, no localizables.

El saber en cambio concierne a materias y funciones formalizadas. Toda expresión de poder se asienta y ejerce sobre condiciones de posibilidad determinadas por el saber. Se trata de un binomio saber-poder, una fuerza y una discursividad cuya naturaleza y fin es el de territorializar el universo permitiendo el advenimiento del sujeto y los objetos.

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